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Esteticista, amor por mi profesión.

Por: Ma. Claudia González Fegali

Directora del programa de Estética y cosmetología  

Muchas personas en la actualidad aún no conocen  la importancia de esta disciplina; ser esteticista es aceptar una  responsabilidad inmensa, es saber cuidar el cuerpo, la mente y alma de cada uno de tus clientes, es ayudar aumentar la autoestima de aquellos que confían en nosotros. Nuestro compromiso debe ser trasmitir  bienestar, porque a través de nuestras manos transferimos sentimientos, sensaciones y amor infinito a ese ser desconocido que llega a solicitarnos un servicio.

Soy esteticista desde hace 15 años, siempre soñé con dedicarme a esto, en mi familia no me apoyaron al graduarme del colegio y luego de cursar 7 semestres de Derecho en la Corporación Universitaria Rafael Núñez, decidí luchar por mis sueños y alcanzarlos, a mis padres no les fue fácil aceptarlo pero al ver mi disposición me apoyaron.

Ser esteticista me ha enseñado a valorar y aceptar  cada situación que se me presenta día a día; tener contacto con mis estudiantes me recuerda el compromiso que tengo con la sociedad y mi labor;  trabajar cada día por ser aceptadas, pero también en transmitirle a mis educandos lo importante de la ética y el amor por nuestra disciplina, luchar por brindarles educación de calidad y no dejarse llevar por la tecnología y cánones de belleza impuestos por los medios de comunicación y la sociedad excluyente en la que vivimos.

El éxito de ser una gran esteticista es tener pasión por la profesión, innovar e ir de la mano con los avances que el mundo de hoy nos exige.

El amor por mi profesión me llena de esperanzas para seguir batallando, para que nos reconozcan con igual importancia que a las demás carreras, trabajando por una educación de calidad para el gremio,  y aunque muchas veces me quedo sin fuerzas y me encuentro con tropiezos que me llenan de tristeza, aparece esa luz que me dice no puedo desfallecer.

Espero,  confió y pido a Dios que las nuevas generaciones de esteticistas amen su profesión, entiendan la gran responsabilidad que tienen en sus manos al tocar a un cliente; que siempre tengan presente que es un ser humano, no una máquina, que cada uno es distinto y por eso nuestro servicio debe ser  personalizado, no estandarizado. 

En definitiva, ser esteticista es un privilegio, amar esta profesión es un regalo de la vida.